Desde que tengo recuerdos, mis padres nunca estuvieron para verme llegar del colegio. La casa era un espacio lleno de objetos caros, pero vacío de sentimientos. Cada vez que se acercaba mi cumpleaños, juntaba todos mis osos de peluche y organizaba una fiesta en mi habitación; todos ellos eran mi familia y amigos.

Conocí a muchas personas en mi corta vida; lo triste es que ninguna era una amistad genuina. Todos querían llegar hasta mis padres, pero, lamentablemente, ni yo podía llegar a ellos. Ahora que lo pienso, no sé si tienen tanto valor como para llamarlos padres. Es una lástima que solo fueron mis progenitores.

Estos seres que me dieron la vida, siempre estaban "ocupados". Muchos desean la vida que me tocó, sin embargo, yo no le deseo este infierno solitario a ningún ser viviente. Mis progenitores son de mundos diferentes. El hombre que fecundó el óvulo de aquella detestable señora es el jefe estatal de seguridad; la mujer que me dio a luz es la líder de las bandas delictivas de los bajos mundos. Yo fui producto de una noche de lujuria y pasión entre dos desconocidos. He aquí la importancia deplorable que puedo significar en sus vidas.

El cómo llegué a este punto de mi vida es difícil de contar. Este recuerdo me carcome el corazón día tras día. Aunque mis lágrimas ya se derraman por mi rostro, esto es lo que contaré. Deseo que nadie más tenga la desdicha de sufrirlo.

Tuve un amigo incondicional. Lo conocí cuando tenía 13 años, íbamos en primero de preparatoria. Él era un chico de piel morena, ojos color café, algo tímido, no era sobresaliente en clases, pero para mí era una gran persona. El día que me acerqué por primera vez, le pedí un borrador prestado como excusa. Él ni siquiera fijó sus ojos en mí, me lo dio y me dijo: "No te tomes la molestia de devolvérmelo, no lo necesito". Él realmente no quería el contacto con ninguna persona.

Fui insistente. Aunque recibí muchas malas respuestas de su parte en el camino, pasado un par de meses, ya me saludaba y hacíamos las tareas en la cafetería. Cuando cumplí 15 años, lo invité a mi casa. Él estaba sumamente sorprendido por la cantidad de lujos en aquel detestable apartamento. No podía creer que yo fuera su amiga y, al mismo tiempo, una chica sencilla.

Llegada la noche, él se disponía a irse a su casa. Yo lo tomé de la mano, con la voz entrecortada y apuntando a estallar en llanto. Le dije: "Quédate, por favor. Quiero terminar mi primer cumpleaños feliz junto a la única persona que valora mi existencia". De un momento a otro, me abrazó muy fuerte y, de pronto, sentí cómo sus labios se fusionaban con los míos. Es un beso que guardo en mi corazón...

Esa noche...

Esa noche, dos inexpertos jugaron a ser adultos. Nuestra primera vez se consumó sin previo acuerdo. Se sintió el amor en aquella alfombra estampada en la sala de mi hogar. Por primera vez, percibí el dulce sabor de un amor verdadero y etéreo. Siendo ese día de mis 15 años, el día en que se formaría dentro de mi inocente vientre un hermoso niño, que injustamente no iba a ver la luz del sol.

A las pocas semanas de aquel dulce encuentro, trágicamente, la estúpida vieja que me dio la vida, dio una orden para asesinar al padre del niño que aún no sabía que crecía en mi interior. Al enterarme de aquel nefasto homicidio por la boca de esa mujer, lloré como nunca. Sentí cómo ese amor profundo se volvía un odio a muerte. Mis ganas de apuñalarla crecían incesantemente.

Mientras mi odio crecía, un dulce ángel se estaba gestando rápidamente en mi útero. Pasaron un par de meses, en esos días pensaba en cómo hacer sufrir a mi progenitora hasta su muerte, en ese largo tiempo pase por alto que nunca llegaron los molestos cólicos. No sabía qué hacer. En mi sufrimiento, dejé de ir a la preparatoria. No tenía a nadie a quien recurrir. El miedo de haber quedado embarazada esa noche me afectó. Lo último que recuerdo es ver todo gris y despertar en el hospital.

En ese lugar frío e iluminado, estaba mi padre junto a mí, con una cara de pocos amigos. Luego de despertar, me hicieron unos exámenes de sangre. Yo estaba aterrada, imaginando el escándalo que podría ocurrir. Si los exámenes daban positivo, yo iba a protegerlo hasta mi muerte. Él era lo único que haría que me importara mi vida.

El médico, con cara de decepción, llamó a mi padre desde la puerta, indicando que tenía algo urgente que hablar con él. Según lo que pude escuchar, le informó que yo estaba en proceso de gestación. Sentada en la camilla, mi padre, sin mirarme, me preguntó: "¿Quién es el padre del niño, para que deje de respirar hoy mismo?". Con lágrimas, le dije que ya estaba muerto y que no hacía falta. Luego añadió él: "Una mocosa como tú no sabe cómo cuidar a un niño; es mejor que lo abortes".

En una noche, como pude, escapé del hospital. Tuve suerte de que mis cosas estaban en la habitación. Sabía que ya no podía volver al apartamento; mi niño estaría en peligro. En mi bolso siempre tenía algo de dinero guardado. Sabía que tenía que hacer un largo viaje a algún lugar donde nadie pudiera encontrarme, sabiendo que eso era casi imposible. Aun así, aprendí a ganarme la vida a una corta edad, sin olvidar el odio y el rencor hacia mis padres.

Pasaron 5 años. De día, fui una mujer trabajadora intachable. De noche, era la mujer que nadie quería ver, sabían al verme que alguien había pagado por vida. Escalé en ambos trabajos, siempre cuidando de mi hijo y dándole un amor incondicional, como el que su padre me ofreció.

Sabía que la persona más fácil de enviar al infierno era mi padre. Tenía mucha información de todos sus movimientos. Sabía que con solo decir que lo mataran, sería un individuo menos en este planeta. Decidí tomar justicia por mis propias manos. Me fui en una motocicleta de alta cilindrada hasta su ubicación. Sabía que nadie lo estaba protegiendo. Saqué mi arma, caminé hacia él y le dije: "Ojalá te hubieran abortado a ti". Cuando todos escucharon la detonación, corrieron desenfrenadamente. Yo fui muy calmada a mi Ducati, haciéndola rugir.

Solo quedaba en mi lista a la mujer que me arrebató a la primera persona en darme su amor. Sabía también cada uno de sus movimientos, solo que ella siempre tenía un guardaespaldas a toda hora. Entendí que mi primer objetivo era él. Un viernes, me llamaron diciendo que habían secuestrado a mi hijo, mataron a todos quienes lo custodiaban y se lo llevaron. Al poco tiempo, recibí una llamada...

Solo escuché: "Creías que una niña inútil que aún juega con muñecas va a poder tocarme un cabello, jajajajaja. Eres tan ilusa como tu padre. Antes de que tú llegaras, ya le había dicho que tú ibas por él. El muy estúpido dijo que ya te había hecho sufrir lo suficiente, es decir, que él se dejó matar. Si quieres venir por mí, estoy aquí, donde tú creciste, niña ingrata".

Sabía que ir a aquel lugar era cavar mi propia tumba. Solo espero que mi hijo esté bien. Mataré a todo aquel que se interponga en ese maldito edificio. Cuando llegué, había 5 sujetos esperándome en la entrada. Solo los miré y cayeron como moscas. Subí al tercer piso. La vida de mi hijo era lo principal. Al salir del ascensor, tenían apuntado a mi pequeño. Tiré mi arma y fui con las manos arriba hasta donde estaba aquel ser despreciable.

Escuchar a mi niño de 5 años llorar me dolía en el alma. Su vida o la mía estaba en juego, aunque la suya estaba por encima de todas las cosas.

Los escasos recuerdos de aquel inexorable día que me quedan son humillarme delante de aquella mujer, suplicándole por la vida de mi pequeño. A lo que ella dijo: "Debes lanzarte por el balcón para que esto sea un accidente, y tu hijo vivirá". Ella me dejó abrazarlo y le dije: "Sé feliz. Te esperaré del otro lado cuando sea tu tiempo".

Recordar su llanto, de no querer que me fuera, me desgarra. Caminé de espaldas hasta el balcón, subí la baranda, cerré mis ojos llenos de lágrimas y me dejé caer...

Estuve en coma por 5 años. Todos me daban por muerta. Nadie sabe cómo viví de aquel salto, con múltiples fracturas en mi cuerpo y órganos dañados, era imposible que yo estuviera hoy contando esta historia.

Algo dentro de mí me dice, que ese dulce niño que murió injustamente por mi culpa, rogó por mi vida del otro lado, para cuidar de nuestro hijo...

Han pasado 15 años, nunca dejé de buscar a mi retoño. Nadie sabe de su paradero. Hace poco me enteré de que encontraron colgada y apuñalada a mi progenitora. La satisfacción es indescriptible. Lástima que no fui yo quien mutilara aquel cuerpo. Dicen mis contactos que posiblemente sea mi niño quien cometió aquel crimen.

Solo quiero encontrarlo antes de que termine este año...