Hace días tuve un sueño en el que me encontraba al volante de un auto blanco, la marca no la recuerdo. A mi lado, viajaban personas desconocidas, compartiendo el espacio con la envolvente melodía de la música electrónica. Aunque todos disfrutaban del trayecto, yo sentía que dejaba algo importante en el lugar que abandonaba.

Con cada milla recorrido en esa larga vía, me daba la certeza de que un largo viaje me conduciría a una nueva vida, kilómetro a kilómetro se afianzaba esta verdad en mi mente. Visualizaba un destino lejano, un refugio lejos de la pobreza que me aquejaba en mi lugar de nacimiento y de una hambruna que comenzó a azotar nuestro alejado y desolado confinamiento.

Las luces de neón titilaban en la distancia, prometiendo oportunidades y un futuro diferente. Mientras avanzaba, las sombras del pasado parecían disolverse en el resplandor de esa esperanza lejana. ¿Qué me aguardaba al final de esta carretera interminable? ¿Sería realmente capaz de dejar atrás lo malo que hice?

Al despertar, me di cuenta de que seguía aquí, en ese lugar del cual quería escapar. La realidad se cernía sobre mí, opresiva como las paredes de un calabozo. Sabía que mis malas decisiones y acciones me mantendrían encerrado por más de cinco décadas, una condena impuesta que no me permitía alcanzar la libertad que anhelaba. Una voz interior me susurraba que aún tenía la capacidad de cambiar mi destino, pero las cadenas del pasado parecían demasiado fuertes.

Miré por la ventana hacia el horizonte distante, donde el sol despertaba lentamente. ¿Había alguna posibilidad de redención, incluso en este lugar de desesperanza? Consideré la opción de apagar mi vida, una elección drástica que parecía ofrecer la única salida. Sin embargo, una chispa de esperanza titilaba en mi interior, recordándome que cada amanecer trae consigo la posibilidad de un nuevo comienzo.

A few days ago I had a dream in which I was at the wheel of a white car, the brand I don't remember. Next to me, unknown people were traveling, sharing the space with the enveloping melody of electronic music. Although everyone was enjoying the ride, I felt that I was leaving something important in the place I was leaving.

With every mile I traveled on that long road, I was certain that a long journey would lead me to a new life, kilometer by kilometer this truth became stronger in my mind. I visualized a distant destination, a refuge far from the poverty that afflicted me in my birthplace and from a famine that began to scourge our remote and desolate confinement.

Neon lights twinkled in the distance, promising opportunity and a different future. As I moved forward, the shadows of the past seemed to dissolve in the glow of that distant hope. What awaited me at the end of this endless road? Would I really be able to leave behind the bad things I did?

When I woke up, I realized that I was still here, in this place I wanted to escape from. Reality loomed over me, oppressive as the walls of a dungeon. I knew that my bad decisions and actions would keep me locked up for more than five decades, a sentence imposed on me that would not allow me to achieve the freedom I longed for. An inner voice whispered to me that I still had the ability to change my destiny, but the chains of the past seemed too strong.

I looked out the window to the distant horizon, where the sun was slowly awakening. Was there any possibility of redemption, even in this place of hopelessness? I considered the option of turning off my life, a drastic choice that seemed to offer the only way out. Yet a spark of hope flickered within me, reminding me that every dawn brings with it the possibility of a new beginning.